El proyecto se basa en la integración y reinterpretación del Fuerte de Milreu como un componente esencial, de manera que este se involucra completamente como un elemento próximo que contiene uno de los espacios a disfrutar.

Después de emerger de las regaderas, los visitantes son conducidos por un camino acuático cargado de drama y expectativa. En cada paso, el murmullo del agua se mezcla con la historia susurrada por las antiguas piedras, creando una atmósfera de anticipación. Finalmente, el trayecto desemboca en un majestuoso arco, que se erige como un guardián del tiempo, invitando a cruzar su umbral y abrazar el siguiente capítulo de esta experiencia sensorial, donde pasado y presente se funden en un diálogo íntimo y eterno.

El volumen final del fuerte es el resultado de dos fuerzas que dialogan a través del tiempo: La memoria de las piedras y el estuco antiguo y la pureza de las formas modernas, logrando un equilibrio visual que representa y sintetiza la arquitectura de la región, la herencia de los siglos pasados y la arquitectura sólida de los grandes maestros de Portugal.